El edadismo puede manifestarse en las empresas de diversas formas y afectar no solo a los profesionales de nivel sénior, sino también a los jóvenes. Un ejemplo es la desconfianza en cuanto a la competencia de los jóvenes, donde se les atribuyen estereotipos negativos, como la creencia de que son inexpertos o inmaduros. Esto puede llevar a subestimar sus habilidades y a excluir oportunidades de desarrollo y progresión en sus carreras.
Además, la intimidación o el acoso relacionados con la edad pueden ocurrir tanto con los profesionales mayores como los más jóvenes, perpetuando estereotipos negativos y perjudicando el bienestar y la productividad de los trabajadores.
Otro ejemplo es la existencia de políticas o beneficios que favorecen a un grupo de edad específico, dejando a otras generaciones en desventaja, lo que puede generar resentimiento y desigualdades en el lugar de trabajo.
Es fundamental que las empresas sean conscientes de estas manifestaciones de edadismo y adopten medidas para promover un entorno laboral inclusivo que valore y respete a los profesionales de todas las edades.